Cuando me fuí a vivir en Caracas, vivia en un apartamento tipo estudio que quedaba en el primer piso (que en realidad era el segundo piso, porque al primer piso le decian “Planta Baja”) ese edificio era el mismo donde yo trabajaba en una oficina, en el tercer piso. Como yo estaba sóla, era feliz durante las horas de trabajo, trabajando y conversando con mis compañeros de oficina. Pero cuando daban las 5 de la tarde, mi alegría se convertía en tristeza, al bajar a mi apartamentito, y no tener a nadie a quien contarle como me fué en la oficina. Después de vivir en mi casa de Miraflores, con toda mi familia, mi hermana y su esposo y sus hijitos, yo estaba acostumbrada al bullicio de los chicos, sus rizas, las voces tan queridas de mi gente. Asi que para acompañarme, apenas abria la puerta, me iba hacia la tele y la prendía y me acompañaba con ella.
Un día mientras compraba en el supermercado, ví un aviso anunciando la apertura de un gimnasio de Kung-Fu, quedaba cerca de mi casa, sólo tenia que tomarme un autobus de ida y vuelta y estaba en la Urbanización Las Mercedes. Asi que una tarde, saliendo de mi trabajo, me fui a investigar. Me inscribe, para las clases de lunes, miercoles y viernes a las 6:00 de la tarde. También me compré mi uniforme de Kung-fu que era blanco con un cinturón blanco, porque tenia que subir del blanco hasta el negro que era lo máximo.
El lunes, salí de mi oficina, llené mi maletín con mi uniforme, toalla y una botella de agua y allí me fui super entusiasmada a mis clases. Llegué antes de la hora, me cambié mi uniforme y esperé. Primeramente nos enseñaron a todos, unos movimientos que he visto que hacen mucho en China donde hasta los viejitos, los hacen en los parques. Tienen un nombre, que no me acuerdo, pero son como unos 15 a 20 movimientos, estos movimientos creo que tienen un motivo espiritual. Bueno, todos los presentes los hicimos. Luego nos juntaron por grupos, de acuerdo a la experiencia, como yo no tenía ninguna me pusieron con los nuevos. Luego, ese grupo de nuevos lo dividieron por el tamaño que teníamos,¡maldición! como yo sólo mido un metro sesenta, me toco el grupo de los adolecentes, chicos de 13 a 15 años. Nuestro entrenador, empezó a enseñarnos un montón de movimientos, tirar puñetes con los brazos hacia adelante con el puño de la mano cerrado, la patada de costado, cuando terminó mi clase, estaba super cansada y hambrienta. Llegué a mi departamento molida, pero me sentía llena de energía. Me hice un sandwich de jamón y un café con leche (muy cansada para cocinar).
Llegó, el miercoles y luego el viernes y yo seguía aprendiendo a tirar puñetes con el puño cerrado y patadas a diestra y siniestra. Me hice amiga de un muchacho que, también llegaba temprano, por supuesto, el estaba en otro grupo porque era más alto que yo.
A medida que aprendiamos movimientos de Kung-fu, nos hacian entrenarnos con nuestros compañeros de grupo, por ejemplo, nos ponian en parejas, uno trataba de darte un puñetazo y tu debias de tratar de evitarlo cubriendote con tu brazo. Muy pronto, los chicos se peleaban por ser mi pareja, porque los malvados se habian dado cuenta que podían darme la paliza del siglo y yo nunca los iba a ganar. Mi amigo se reia cuando le contaba mi problema y me aconsejaba, pero yo era una “guerrera frustrada” cualquiera me daba tremenda paliza y yo sufria como una martir. Cuando llegaba a mi casa, después de una clase, me entrenaba yo sola, para ver si alguna vez podría yo darle una paliza a alguno de los chicos malos”. Que pobre ilusa era yo. Mis brazos estaban todos moreteados, nunca alcancé a darle un puñetazo a ninguno de ellos. Sin embargo, cuando empezamos a patearnos el uno con el otro, tuve la suerte de caerme, y aproveché, y asi sentada en el suelo, darle con una pierna a mi compañero y lo hice caer. Gran risa de los “chicos malos”, pero que bien que me sentí, cuando dicen que la venganza es dulce, puedo asegurarles que sabe a caramelito de fresa, jajaja!
Así fué pasando el tiempo, como soñaba que una mujer entrára a mi grupo, las pocas que habían eran más altas que yo (que desgracia ser enana). Aprendí un montón de patadas, hasta podía dar una patada mientras me daba una media vuelta. También me enseñaron que si alguien me ataca, yo puedo patearle la rodilla hacia adentro y allí quedó. También me podría defender agarrandole el brazo a mi asaltante y darle un golpe en el codo, pero al revez, es decir, contrario a donde el codo se dobla. Sin embargo, la forma más letal de defenderte, es la de atacar los ojos de tu asaltante. Yo nunca he tenido uñas largas, tengo manos de monja, pero nos dijeron que las mujeres podemos defendernos metiendole nuestras uñas en los ojos de nuestro asaltante, ó una llave ó algo que le empuje el ojo, ó los ojos, hacia adentro. Empujar los ojos de alguien hacia adentro, le causará la muerte. Por eso, lo primero que nos enseñaron es que el Kung-fu es para tu defensa personal, no para que tu le hagas daño a nadie. Asi que mi consejo de aprendiz de Kung-fu es: ¡si eres bajita, miedosa y torpe como yo, CORRE!
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