Todos los sábados, me voy a la casa de mi hija y almorzamos juntas, a veces hacemos unas compras en el centro comercial cerca de su casa, o nos quedamos en su casa viendo alguna película en Netflix. Me encanta estar con mi hija, porque mientras la criaba, yo era la mamá y ella la hija y tenia que obedecerme, ahora somos amigas, nos divertimos estando juntas, hablamos como loras. Como sus hijos ya se fueron de su casa, ella está sola, y yo aunque comparto la casa con mi hermana y sus hijos y nieto, estoy sola también, metida en mi habitación donde me las paso leyendo, viendo en la TV las noticias del mundo, o tejiendo. Asi que cuando mi hija y yo nos juntamos la pasamos bien lindo.
El sábado pasado, se nos pasó el tiempo, y cuando ella se dió cuenta, se le habia olvidado lavar su ropa de la semana. En su condominio hay una sala enorme, llena de lavadoras y secadoras, trabajan con una tarjeta como de crédito, que llenan de dinero cada vez que se queda vacia. Asi que le dije, dame tu ropita, yo te la lavo y te la traigo durante la semana. No, me dijo, no quiero que me laves nada, quedate tranquilita. Asi que me enoje, “hija, le dije, la tranquilidad me está matando, yo necesito tener algo que hacer, dame tu ropa que yo te la voy a lavar”, asi que me la traje a mi casa. Yo lavo todos los lunes, hago dos lavadas, una de blancos y la otra de color. Cuando lavo, no sólo le pongo el detergente, sino que a las manchas le pongo un liquido para sacar manchas que desgraciadamente viene en una botellita pequeña, pero que es buenísimo.
Asi que lavé la ropa de mi hija con la mía, generalmente al sacar la ropa de la secadora, la doblo y ya, pero las blusas y el pantalón de mi hija, las deje de una lado para plancharlos. Hacia tiempo que no planchaba nada, pero los pantalones de mi hija y sus blusas quedaron, al plancharlas, como de lavandería.
Ya me había olvidado cuanta satisfacción nos dá a las madres lavarles y planchar la ropa de los hijos.Muchas veces, cuando lo tenemos hacer a diario, nos molesta, pero cuando nos quedamos solas, como añoramos hacer esas pequeñas tareas por ellos.
En fin, es la ley de la vida, un día somos jóvenes, con hijos chiquitos, trabajamos como locas, especialmente si eras como yo, mamá y papá, trabajando en una oficina para ganar el pan de cada dia. Terminabamos el dia cansadas, caíamos como piedras en esa cama que, a mi cuerpo y a mis huesos sobretodo, les parecían un cielo.
Le agradezco a Dios que tengo una hija que es mi amiga, mi confidente, a veces me cuida demasiado, y me hace sentirme vieja, por ejemplo, ella vive en un segundo piso, para subir a su departamento hay apenas unas 10 escalones y ya estoy arriba, y ella cree que me voy a caer, así que sube y baja conmigo como si o tuviera 100 años. Francamente eso me hace nojar, yo sé que lo hace porque me quiere, pero la verdad es que estoy vieja, pero no “cococha”, casi lo tomo como un insulto, pero entiendo su preocupación, yo era igual con mi mamá, ¡pero ella tenía más cde 100 años!
Los domingos nos juntamos para ir a misa, luego almorzamos juntas y ella se queda en su casa descansando, o se va a algún compromiso con alguna amiga, y yo regreso a mi casa a la tranquilidad de mi cuarto, con mi balcón abierto para que entre un poco de brisa, mientras veo a mi gata durmiento placidamente en una de las sillas de mi balcón.
Esa es mi vida en los últimos años de mi existencia, cuando digo que soy la “engreidita’ de Dios, no miento, muchas veces le pregunto a Papá Dios, ¿Padre, porque me quieres tanto? Soy tan indigna de tantas bendiciones. Muchas veces ,yo la cucaracha humana, tengo el descaro de proponerle nada menos que a Dios, que ya no me de más, que me deje como estoy, y que en cambio cuide a los 80 millones de refugiados del mundo. Y Dios me escucha, yo sé que me escucha, pero también sé que el tiempo de Dios es completamente diferente al nuestro. Y le pido perdón por ser tan atrevida, pidiéndole cosas que El sólo puede decidir. Humildemente me disculpo y le digo “Padre mio, perdoname, pero si no te lo pido a ti ¿aquien se lo voy a pedir? Estoy segura que El me entiende.
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