domingo, 11 de noviembre de 2018

El mueble viejo

El mueble Viejo

Ya casi son 6 años que mi hermana Elsa y yo , estamos cuidando a nuestra madre, seis largos años en los cuales estamos metidas en nuestra casa viendola desaparecer ante nuestros ojos, de la madre maravillosa que era, llena de vida, conversadora, contadora de las telenovelas que veia todas las tardes, a una viejecita sentada en su sillón mirando el infinito, sin decir una palabra. Ella está desapareciendo de lo que era, pero al mismo tiempo nosotras, sus hijas, tambien estamos desapareciendo de lo que eramos. Y no me estoy quejando, para mi al menos, es un privilegio cuidar a mi madre, lavarla, vestirla, llevarla al medico, cocinarle sus comidas, es como si los papeles se hubieran cambiado, ayer ella era mi madre, hoy yo soy la madre de ella, y trato de devolverle, después de todos estos año, los cuidados que ella nos dió cuando eramos chicas. Aunque creo que ella nos dió más de lo que ahora nosotras le damos, porque no creo que hubiera una madre tan dedicada como era ella, tan desprendida con su cariño, no sólo era nuestra madre, también era la madre de todo el que se le acercaba, en su corazón cabiamos todos, su marido, sus hijos, sus familiars, sus amigas, hasta nuestros vecinos del barrio eran sus hijos y se preocupaba por todos y a todos ayudaba.

Asi que ahora nos toca a nosotras las hijas dedicarnos a ella, pero nos está costando en tiempo y en encierro. Cuando me siento las tardes con ella, tejo y tejo, para hacer algo que me mantenga cuerda, también escribo, aunque últimamente las arañas han invadido mi mente, lo veo en mis canas, donde ellas han hecho sus nidos. Por otro lado, creo que tengo polillas en una de mis piernas, porque cada vez que camino, dejo un reguero de bolitas negras chiquititas, como las que vemos en los muebles viejos que se están apolillando. Muchas veces no hablo con nadie por días, alguna tarde hablo con mi hija por teléfono cuando ella me llama, Hablo muy poco con mi hermana, sólo lo necesario. El resto me las paso leyendo el periódico, viendo noticias en la TV (para saber que está pasando en el mundo exterior).

También rezo, converso con Dios a voz en cuello y también hago lo mismo conmigo misma, es como si mi mundo tuviera cuatro paredes y fuera como el laberinto donde encierran a los ratones y ellos dan vueltas y vueltas y nunca logran encontrar la salida.

Asi que el pasado viernes cuando mi amiga Rosario y su esposo Enrique, me recogieron y me llevaron a tomarnos un café en la cafeteria japonesa al frente de mi casa, conversar con ellos, fué como si me pasaran un plumero por encima y me quitaran el polvo que me cubre. Al reirme con ellos, se me calleron las arrugas que tenia en mi cara por haber estado tanto tiempo seria. Que divino fué reirme con mis amigos, que lindo cambiar ideas, recordar anécdotas pasadas, ó antiguos amigos que porque se han ido a vivir a otros sitios, ya no vemos más. Por un rato volví a ser la misma Gladys de antes, cuando llegué a mi casa entré sonriendo.

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