Era la época que pararon APSA, mientras el dictador Velazco Alvarado y su Ministro de Aeronáutica, y otros sinverguenzas más, pensaban si continuar con APSA ó cerrarla. Estuvimos, si mal no me recuerdo, aproximadamente un mes esperando una resolución. Entonces a mi querida amiguita, Astrid Kramer(QEPD) y a mi, se nos ocurrió ocupar nuestro tiempo libre haciendo algo por alguien, asi que quedamos ir al Hospital de Cancer en la Avenida Alfonso Ugarte, Sección Niños.
Era un día el mes de abril, Astrid vino por mi en su carrito, y nos fuimos al hospital a conocer a nuestros futuros amiguitos. No me acuerdo en que piso estaba la Sección Niños, pero si me acuerdo que saliendo del ascensor, vimos una puerta que daba al pabellón donde estaban todos los niñitos con cancer. A un costado del gran pabellón, estaba la estación de las enfermeras, asi que fuimos donde ellas y les dijimos si nos autorizaban visitar a los chiquitos enfermos, “podemos leerles cuentos”, dijo Astrid, yo les dije “hay 5 chiquitos en mi casa, 4 sobrinitos y un hermanita chiquita, tengo bastante experiencia con los niños”. Las enfermeras nos sonrieron y nos dijeron “si quieren venir a entretener a nuestros niños, sean bienvenidas.
Asi empezamos nuestras diarias visitas al hospital, y asi entraron en nuestro corazones esos chiquitos enfermos, muchos de ellos sin esperanzas de sanar porque para ese tiempo (1971) no habian los adelantos para tratar leucemia ú otros tipos de cancer como los hay ahora.
Nuestros nuevos amiguitos, saltaban de sus camas, corrian , se reian, se peleaban, eran como cualquier niñito sano, quizas actuaban asi, porque no sabian que tenian un enemigo adentro de ellos, el cancer. Apenas nos vieron, los que estaban fuera de sus camitas nos vinieron a preguntar quienes eramos, ¿como se llaman?, preguntaron, “Astrid y Gladys”, dijimos ¿y para que han venido? “para jugar con ustedes, o leerles un cuentito”, les contamos que trabajabamos en los aviones, que siempre estabamos de acá, para allá, pero que ahora estabamos en tierra por problemas que tenia la empresa con el gobierno. Poco a poco nos ganamos su confianza, aprendimos sus nombres. Algunos seguian en su camita, pero nos miraban de lejos. Aprendimos que los chiquitos con leucemia cuando recibian una transfusion de sangre, que les daba energia para jugar, correr como cualquier niñito normal, sin embargo, cuando esa infusion de vida se les pasaba, entonces ya no tenian energias para salir de sus camitas y entraban en un letargo.
Le preguntamos si podíamos traerles galletitas, caramelitos o chocolates a los niños, y las enfermeras nos dijeron que no podiamos traerles nada de comer sin autorización de los medicos. ¿Podemos traerles chistes o cuentos? les preguntamos, “eso si pueden traerles porque siempre se aburren”, nos contestaron.
Mis sobrinitos y mi hermanita (todos menores de 8 años) tenian un baúl enorme de juguetes, en nuestra sala de arriba donde veiamos TV, asi que cuando los chicos se dormian, yo me sacaba carritos y juguetitos chiquitos, que como eran chiquitos, los chicos de mi casa ni siquiera se iban a dar cuenta que yo les estaba “robando”. También me “robaba” chistes, que generalmente yo compraba para min, y despúes se los pasaba a ellos y algún cuentito que lo habian leido tanto que tampoco ya le daban bola. Asi que llegabamos con nuestros pequeños regalitos y aunque les deciamos, a nuestros amiguitos, que como no les podiamos traer a cada uno algo, lo que traiamos ERA PARA TODOS, no nos hacian caso, lo que agarraban era para ellos y se iban a su cama a esconderlo, para que nadie se los toque. Menudo problema, sobretodo con los chistes y los cuentos que queriamos leerle a todos juntos. Asi que les rogabamos, a los que se llevaban los chistes y los libros, que “nos lo presten por un ratito” para poder leerselos a todos. Y si nos los prestaban.
Una vez me acuerdo, me “robe” del baúl de los chicos de mi casa, una pistolita de plastico chiquita, y Quique, un chiquito como de 10 años se la agarró, Quique tenia un tumor en la cabeza que le habia hecho crecer su cabecita enormemente, sin embargo, asi con su cabezota, era el chiquito más inteligente que ha conocido, era un viejo de la manera como hablaba, sabia de todo, y tenia una gran personalidad y claro, nos trataba a Astrid y a mi como sus grandes amigas. como si los tres tuvieramos la misma edad. Cuando Quique agarró la pistolita apuntadome con ella me dijo “arriba las manos”, entonces yo poniendo mi voz de “victima”, le dije “ por favor señor bandido, no me mate, que tengo 8 hijitos y tengo que cuidarlos” “jajaja se reia Quique, entonces escuchamos una vocecita que decia “matala, Quique, matala”, me quedé lela, era la voz de Milagritos, una chiquita que también tenia un tumor en la cabecita, que le habia empujado sus ojitos para afuera, y se los habian tenido que quitar y coserle los parpados. Como era cieguita, la tenian en un corralito de bebe durante el dia, para evitar que se caiga de su camita cuando estaba despierta. Todo el tiempo que habiamos estado yendo al hospital, ella siempre estaba calladita, fué la primera vez que la habiamos escuchado hablar, asi que corri donde ella y la dije “por fin hablaste chiquita linda, ¿de verdad tu quieres que me mate? “si” me contestó, entonces le dije a Quique, “ te doy permiso para que me mates- pero de risa” y todos nos reimos. Desde ese día, Milagritos conversaba con Astrid y conmigo.
Los sábados y los domingos no ibamos a visitar a nuestros amiguitos, la primera vez que no fuimos el fin de semana, cuando llegamos el día lunes, vimos dos camitas vacias y preguntamos por los niños, las enfermeras nos contaron que habian muerto. Se nos rompió el corazón, que tristeza, se nos salian las lágrimas, les preguntamos a las enfermeras, “como es que hacen ustedes?, nos contestaron, “al principio era tristeza y llanto, al igual que ustedes ahora, lo vemos tan seguido, que no tenemos tiempo para llorarlos, pero si nos ponemos tristes”. Debo decirles que esas mujeres eran unos ángeles, trataban a los chiquitos como si fueran suyos, nunca vimos a ninguna de ellas seria, siempre estaban sonrientes y Dios las bendijo con una paciencia de santas.
Habia otro paciente, del cual siempre me acuerdo, era un jovencito de unos 15 años, su cancer estaba en sus genitales, le ponian una especie de “campana” encima de sus piernas, para protegerlo que las sabanas no lo rocen, cuando Astrid y yo entrabamos al pabellón donde estaban, entrabamos dicendole buenos dias a todo el mundo “buenos días Milagritos”, “buenos días Quique” y cuando le deciamos “buenos días Eduardo”, el nos contestaba “buenos días” todo coloradito. Quizas era porque en ese tiempo eramos jovenes y lo poniamos nervioso. Una vez después de jugar con los chiquitos, de lejos lo ví llorando. No me atreví a ir a verlo, por más ganas que tuviera de abrazarlo y decirle que todo estaría bien. Primeramente, porque no sabía su diagnóstico, y segundo, porque. siendo el un chico grande lo hubiera avergonzado.
Estoy segura que tanto Milagritos, Quique y Eduardo estan ahora en el cielo, siempre les rezo para que ayuden a los niños enfermitos, tal como eran ellos, sobretodo ahora que ha adelantado tanto la medicina, hay más esperanzas de que puedan sobrevivir el cancer.
Cuando cerraron APSA, yo me fuí a Caracas, y mi querida amiguita Astrid me acompaño, terminé quedándome en Venezuela, Astrid regresó a Lima, nunca volvimos a ver a nuestros amiguitos. Sin embargo, yos recordaré toda mi vida.
Pocha, no había leído esta narracion. Aqui hay mucho voluntariado. Lindo gesto. Que pena que no pudieron seguir con estas labores tan encomiosas. Un abrazo y felicitaciones
ResponderBorrar