viernes, 3 de noviembre de 2017
Estoy vieja pero todavia estoy cuerda
Mi hija y mi nieto me dieron ayer un regalo que yo nunca solicité, un nuevo teléfono celular. Yo tengo mi telefonito celular desde hace más de 20 años, me lo compro mi hija cuando mis nietos estaban chiquitos y con el podia comunicarme con ella en cualquier emergencia que nos pasara en la calle. Yo tengo, digo tenía, un télefono super simple pequeñito, que sólo llama y contesta llamadas. Sólo lo prendia cuando salia, el resto del dia lo apagaba porque en mi casa hay otro teléfono de pared.
Pués bien, anoche me trajeron un telefono celular que no solo hace y recibe llamadas, también tiene Google, internet, cámara de fotos, etc, etc. Lo único que no hace es cocinar. Demás está decirles que me senti ofendida, no me pidieron permiso para hacer este cambio, me han tratado como si yo fuera una vieja decrepita que no sabe tomar decisiones por si misma, aún peor, que no merecia que le consulten algo que es importante para ella. Yo sé que mi hija y mi nieto me quieren mucho, pero no les perdono este “regalo”. Probablemente tenian muy buenas intenciones, pero me siento que no me han tenido respeto, si ahora que todavia tengo una cabeza bien puesta en mis hombros me tratan así ¿que sera el día que de verdad este cenil?
¿Porque les cuento esto? porque espero que quien lée esto y tiene hijos jovenes, le pasen el mensaje. Cuando uno es mayor, nos acostumbramos a nuestras cosas, les tenemos cariño. Por ejemplo, hace 40 años, cuando adopté a mi hija en Caracas compré una licuadora Oster, cuando ella termino de tomar formula en sus mamaderas, compraba una leche importada de Holanda (en esa época, se encontraba de todo en Venezuela) y con mi licuadora, le preparaba su leche, que era riquísima y la alimentaba manteniendomela sanita. También compré un extractor de jugo, Oster por supuesto, con el le hacia juguito de naranja a mi hija todos los dias. Todavia tengo mi licuadora y mi extractora de jugo, todavia las utilizo, y funcionan de lo más bien. Sólo que ya no son máquinas para mi, son parte de mis recuerdos, de la época más linda de mi vida, cuando empecé a criar a mi niña.
Igual era mi teléfono viejito, eran parte de cuando mis nietos eran chiquitos y salia de mi trabajo a recogerlos de la guarderia de niños para traerlos a la casa, bañarlos y darles de comer, mientras mi hija salia de la Universidad y se iba a trabajar en un restaurant hasta las 11 de la noche. Lo mismo me pasaba con mi carrito viejo que tuve 20 años, ya no era un carro, era un miembro de mi familia, y se hizo un nudo en mi corazón, cuando tuve que darlo de parte de pago, por otro carro usado, un poqito más nuevo que el mio, porque estaba gastando demasiada plata arreglandolo casi todos los meses.
Asi que les ruego que no crean que soy una malagradecida, lo único que hubiera querido es que me consulten primero, que me pregunten si me gustaría cambiar mi teléfono (les hubiera dicho, ¡no gracias, se los agradezco, pero no!).
Ahora estoy fregada con un aparato telefónico que no se ni como prender, mucho menos como funciona, y encima me siento un cero a la izquierda en la vida de mi hija y mis nietos, como que este no es buen dia para mi.
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