viernes, 7 de mayo de 2021

 Las autopistas Mayo 2019

Este fin de semana que se casó mi sobrino, por primera vez en más de 6 años salimos de nuestra casa fuera de Torrance, donde vivimos. En los 6 años que cuidamos de nuestra madre, mi hermana Elsa y yo no visitamos a nadie, más bien la familia venia casi todos los fines de semana a visitar a nuestra viejita, que se moria de miedo de subir a un carro, menudo problema tenia yo cuando la llevaba al doctor ó a misa, a escasamente 5 minutos de nuestra casa.
Asi que cuando fuimos al matrimonio de mi sobrino, mi hija “la Fangio” me llevó en su camioneta Honda. Mi hija es una gran chofer, con su teléfono que le vá dando las coordinadas para llegar a destino es una trome. Desgraciadamente, y a la velocidad que iba (80 millas por hora, cuando yo le decia, “hija no vayas tan rápido” me contestaba “mami, tengo que ir a la misma velocidad que van los demás”), asi que yo iba prendida como un mono de la manija que hay encima de la puerta del pasajero, mientras rezaba mentalmente mis oraciones antes de morir.
Ayer, al regresar, salimos como a las 11:30 de la mañana de la casa de mi hermana y mi hija “Fangio” tomó la autopista, sólo que para el regreso se vá por un trecho nuevecito de la autopista. Que buena suerte que llevo mi pelo crespo cortito, si lo hubiera tenido largo seguramente se me hubiera convertido en el afro más grande del mundo del puro susto.
En la parte nueva de la autopista, ibamos a 80 millas por hora, en el 4to, piso del la autopista (arriba como a la altura de un edificio de 10 pisos, se podia ver los carros de los otros pisos abajo, como hormiguitas) pero eso no es nada, la autopista tenía curvas, curvas tan marcadas, que si se te vá la mano, terminarías 4 niveles abajo hecha una tortilla. Cerré mis ojos y recé lo que creí eran las últimas oraciones de mi vida.
Felizmente llegamos bien, pero me saco el sombrero ante mi hermanita Cecilia que casi todas las semanas venia a ver a nuestra madre, por ese largo camino, probablemente a 80 millas por hora través del 4to piso de esa autopista llena de curvas. Alli probaste, hermana, cuanto querias a nuestra madre. Si yo hubiera sido la que tenia que manejar a ver a mi madre, hubiera tenido que tomar un tren, ó irme en carro como la pasajera de alguien, pero antes me hubiera tenido que tomar un pisco ó un valium.
Que facil era para mi manejar en las autopistas de Caracas, me sentia segura, no tenia miedo, claro que como habia tanto carro en las autopistas caraqueñas, nunca tuve que correr a más de 60 kilometros. Aveces me encontraba que cuando tomaba una entrada a la autopista, tenia que retroceder, porque los carros bajaban por la entrada retrocediendo, porque habia un accidente y la cola era demasiado larga para esperar, ¡ asi que a retroceder se ha dicho!
Aveces habia colas no por accidentes sino por otros motivos, por ejemplo una vez ví que un pobre bagabundo estaba bañandose en el rio Guaire, que es el rio más inmundo del mundo, y que corre paralelo a la Autopista del Este, asi que los carros se paraban para ver al pobre hombre bañandose. Pobrecito, menuda infección le debe haber dado.
Otras veces, el tráfico se paraba porque alguien habia chocado con otro carro, entonces los tipos se salian de sus carros y se agarraban a golpes (“a coñazos” como dicen en Venezuela) y entonces se paraban los otros carros y se salian los dueños a verlos pelearse, por supuesto cada individuo tenia su “hinchada”, hasta que llegaba la policia y terminaba el espectáculo.
Cuando el tráfico de Caracas, se puso imposible, el gobierno puso una regla, los carros con licencias que terminaban en números pares, saldriam lunes, miercoles y viernes, los números impares saldrian los marte, jueves y sábados. Esta medida nunca funcionó. Porque la gente que tenia dinero se compraba otro carro con una placa que terminaba en número par ó impar, de acuerdo a sus necesidades.
Como yo sólo tenia un carrito, me encontré el medio de usar mi carrito toda la semana. Como vivia en las Lomas del Club Hípico arriba en los cerros, en los dias que no podia circular, en lugar de bajar a la autopista, me iba por los cerros, a través de unas urbanizaciones nuevas con lindas casas y bellos parques con jardines. Me tomaba más tiempo, pero no habia tráfico y cuando llegaba a la altura de Las Mercedes, donde trabajaba, dejaba mi carro cerca del Hotel Tamanaco, y llegaba a mi oficina caminando el resto del camino. Nunca, gracias a Dios, me encontré con un policia.
Que divertido era vivir en Venezuela, quizas sea el sol que los acompaña todos los días, quizas el mar Caribe que les dá playa todo el año, pero son gente que ama la vida, que no tienen tiempo para envidiar, ni para odiar a nadie, sus almas son alegres y generosas. Muchas veces he comparado, mentalmente, a los venezolanos con nosotros los peruanos y creo que los peruanos tomamos la vida demasiado en serio que no nos quedan ganas de burlarnos de nosotros mismos. Llevamos dentro la melancholia de nuestros indios, somos resentidos sociales sin siquiera saberlo. Nos quejamos de todo pero no arreglamos nada, siempre, esperamos que lo arreglen otros. ¡Vaya usted a saber porque tantas diferencias, a lo mejor es el agua!
Julia Roura Rosello, Teresa Rodriguez Larrain and 7 others
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