martes, 20 de febrero de 2018
Anibal Nazoa
Ya les he contado que cuando vivia en Caracas, veia los viernes en la TV del gobierno a Don Arturo Uslar Pietri, gran escritor, ensayista, politico, uno de los hombres más inteligentes y cultos que ha tenido Venezuela. Su programa de charlas era tan interesanto que no me perdía ninguno de ellos, y aprendí tanto viéndolo y escuchandole hablar, con ese cantito tan caraqueño que tenian los caballeros de la Caracas vieja, y que en la actualidad desgraciadamente se está perdiendo.
También veía el programa semanal que se llamaba “Las cosas más sencillas” de Anibal Nazoa, periodista, escritor, que también era un estudiante de la forma que eran sus compatriotas, nos contaba de personajes criollos como el chofer, el medico, el cobrador, el presidente, el vampiro y muchos más. No se burlaba de nadie, sus charlas eran amenas y las hacia siempre con sensibilidad y humor. Creo que entre libro y libro que escribía, se paseaba por los barrios de Caracas estudiando a la personas comunes y corrientes. Se sabia un montón de palabras de la “jerga” que escuchaba ( que al principio yo no sabia que querian decir, pero poco a poco, empecé a entender).
Me acuerdo que cuando recién llegue a Caracas, habia un cómico en la TV que se llamaba “Joselo”, se suponía que era super chistoso, pero yo, al principio, no le entendia nada. Sin embargo, poco a poco se me fué agudizando el oido y luego me reia a carcajadas con el. Ese hablar del pueblo, lo entendia el Sr. Nazoa, y lo explicaba delicadamente con un humor tan especial.
Cuando vivia en Caracas, antes de venirme a California, el Sr. Nazoa sacó un libro que se llama “Vida privada de las muñecas de trapo”, el libro fué tan popular que cuando fuí a comprarme uno, ya los habian vendido todos. Me quede con mis ganas de comprarme ese libro que, ya sabia que era tan especial porque el Sr. Nazoa era todo un poeta. Pero miren como son las cosas, un buen amigo mío, de Caracas, un día me lo envió por correo, con una nota que decia “yo se que tu querías este libro, te lo encontré en una libreria de libros usados”. No me pudo haber enviado algo más maravilloso que ese libro, que ahora es otro de mis tesoros. Debo contarles que entre cuento y cuento, el libro tiene ilustraciones de muñecas y muñecos de trapo, desde grandes a chiquitos, todos vestidos ,con trajes de colores brillantes, que como cuenta el autor, los hicieron exclusivamente para su libro las manos de artesanas venezolanas.
Como no sabría nunca explicarles el arte de Aquiles Nazoa, he decidido copiar acá, una de sus historias que aparecen en su libro, y aqui vá:
Unas muchachas y sus casas
Por la calle donde yo vivo hay una gran cantidad de muchachas de colores.
No sé como puede arreglarselas dicha calle para pintar todos los días semejante cantidad de muchachas. Imagínense ustedes los festejos organizados con motivo de la inauguración de un transatlántico, o que al correo aéreo se le fueran volando las cartas por el camino, o que de pronto a unos poetas se les ocurra saquear una floristería; algo asi son las muchachas de colores de la calle donde yo vivo.
Sus novios vienen los domingos para llevárselas a pasear en un carro de helados, o para ir a sentarse junto a ellas en algún parque, aprovechando de vez en cuando la ocasion para beberse las flores a pico de botella.
Las casas donde viven las muchachas en cuestión son igualmente bonitas que ellas. Y lo que su belleza tiene de triste es que no tienen para vestirse sino los colores que le sobran a ellas de sus vestidos. Y no hay cosa más lamentable que vestirse unos colores que le quedan grandes.
Yo de alguna manera soy el que vive en esas casas; soy el que flota atolondradamente al viento en sus cuerdas de pobres trapos puestos a secar; tal vez sea yo esa derrotada camisa que desde el alambre de tender a que está sujeta le pide clamorosamente auxilio al paisaje.
¡Casas pobremente vestidas de colchas de retazos! Es posible que algunas de ellas estén enamoradas de mi, porque de otra manera no se comprendería que en los días lluviosos se despojen de sus colores prestados, para llorar infinitamente al pie de mis ojos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)